jueves, 28 de febrero de 2008

el bomboncitooo

Parecía un día como cualquier otro, así de esos que parecen ser sin chiste, por la mañana se escuchaban los gritos tradicionales de su madre, diciéndole como desesperada: “qué te apures, porque no tengo tu tiempo”, y es que casi siempre, para no decir que a diario, se le hacia tarde para irse a la escuela. Pero, curiosamente ya se encontraba, con los polvos en las mejillas y una prenda interior que le permitía ventilarse libremente.

Al quince para las ocho, corría como loca para alcanzar a la chatarra andante de autobús, que no era el que la lleva a la escuela, sino que este día, ella iba a un encuentro con su amado.

Nerviosa, pero muy tranquila abordó la unidad para llegar a las orillas de la ciudad, pues el rinconcito del amor, estaba bastante distante de su casa; sentía como si la gente del bús, supiera a donde se dirigía, ella iba parada, cuando al pasar por un enorme bache se le movió hasta la tanga y por los aires volaron los condones y el paquetito de lubricante, ahí si que sintió mucha pena, y es que las armas para el acto fueron visibles a la vista de la señora, que iba sentada delante, los ojos de esta chica se abrieron cual boca al besar a su chico, sólo que no son las mismas aberturas.

Por fin llegó al lugar, y Pancho ya la esperaba con notoria desesperación, no acababa de llegar a él, cuando a éste se le iluminó la cara del gusto, “ya estoy aquí chocolatito” dijo ella con una dulzura empalagante, “ya te veo, mi bomboncito redondo” respondió el Pancho.

Con los nervios por delante el Pancho preguntó, con rodeos y vueltas. Cuánto costaba la habitación, buscando en la cartera una y otra vez dinero, y encontrándolo en una bolsa del pantalón lograron entrar al hotel, ya en la recamara, la cosa fue re chusca, pues después de los apasionados besos, cargados con sensualidad desmedida, es decir, unas embarradas de lengua bien prolongadas, pancho como que se vio inexperto para aflojar el sostén, pues por más que le jalaba y jalaba nada más no se desabrochaba.

Pero ella no se quedo a tras, después de algunos minutos, le tocó colocar el plástico en él, cuándo lo iba a destapar perecía, que destapaba los chicles sabor plátano que se mascaba todos los días, pero al fin logró sacar el preservativo, a sopladas pudo encontrarle la puntita y sintió un alivio especial.

La parte que por razones de integra discreción aquí se reservan, se dejara de lado, para finalizar diciendo, que ese día fue especial, para esta pareja de enamorados, que se quedaron dormidos, y al despertar ella sólo dijo: en la madre, mi mamá me va a matar.

1 comentario:

Mezcal dijo...

No se reserve nada, aqui en la red todos somos chismosos y nos encanta saber las cosas indiscretas.

Saludo querido Marco